 | Ramón Ojeda Mestre Los siete enanitos Organización Editorial Mexicana 27 de junio de 2011 |
No nos referiremos hoy a Jacob Grimm y su hermano Wilhelm, que nacieron en Hanau, Hesse (Alemania) y que fueron dos hermanos célebres por sus cuentos para niños y por su Diccionario alemán, por sus Leyendas alemanas, la Gramática y la Mitología alemanas y los Cuentos de Grimm, que les ha valido ser reconocidos como fundadores de la filología alemana. A los 20 años de edad, Jacob trabajaba como bibliotecario y Wilhelm como secretario de la biblioteca. Antes de llegar a los 30, habían logrado sobresalir gracias a sus publicaciones.
Fueron profesores universitarios en Kassel. Siendo profesores de la Universidad de Gottinga, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. Al año siguiente, fueron invitados por Federico Guillermo IV de Prusia a Berlín, donde ejercieron como profesores en la Universidad Humboldt. Tras las Revoluciones de 1848, Jacob fue miembro del Parlamento de Frankfurt. El cuento de Blancanieves se publicó por primera vez en 1812 en Alemania con el nombre de Schneewittchen, en un libro escrito por los hermanos Grimm: Kinder-und Hausmärchen.
La primera adaptación cinematográfica fue una película muda producida por Siegmund Lubin, estrenada en EUA en 1903. Esta película es el punto de partida de una serie de adaptaciones de la obra. En 1910 se estrenó Le Petit Flocon de Neige, una producción francesa de quince minutos, seguida por una de Educational Films en 1913 de cuarenta minutos, con niños en el papel de los enanos. Esta película introdujo la idea de que Blancanieves es despertada por un beso del príncipe y no, como en la versión de Grimm, en la que al levantar el cuerpo sin vida de la muchacha el príncipe libera una pieza de la manzana envenenada atrapada en su boca.
Lo que hay que denunciar es la enanización de la política o, mejor dicho, de sus actores. Disminuidos por el lucroteísmo y la subordinación acrítica y sin derecho a la manumisión con las seducciones mediáticas, los tiempos comunicacionales, ciudadanos y electorales, les imponen la cortura también en la reflexión, la propuesta discursiva y los contactos reales con la ciudadanía. A los partidos, los políticos, los dirigentes y los institutos y electorales les cayó encima el síndrome del "adulto chiquito".
Dan pena ajena. ¿Dan, o damos, cara pálida? Porque no se puede disociar su angostura y chatez frente a una ciudadanía aturdida, estupefacta o anómica que sólo participa cuando le ofrecen la mordida del vale, de la despensa, electrodoméstico o la torta y el día de sueldo sin trabajar, con tal de que asista, abulte y aplauda. Los pseudopolíticos se anuncian en todo tipo de impresos, fijos o móviles con una pequeñez tal de ideas e ingenio creativo que pronto estaremos ante una "política" enanológica o nanológica. Los políticos tienen los ciudadanos que se merecen.
La mayoría inmensa ya no participa, a pesar de estar en la era del conocimiento, ya no cree a pesar de estar en los siglos de las religiones y donde se derriban las torres gemelas de las creencias exacerbadas y sólo con dinero baila el perro. With money dances the dog, como decía Eulalio González el Piporro. Palillo o Chaplin tenían, cada uno en su nivel, más sentido de la política. La obra cinematográfica de Los Tiempos Modernos de Charles Chaplin, de 1936, es una lección de política, de discurso y de creatividad de una dimensión Gulliveresca, para seguir en la literatura infantil, pues infantiles lucen nuestros polítiquillos de pacotilla. Y nada de que "culpa es de los tiempos y no de España". Por eso estamos hastiados de ver sus comicidades involuntarias cotidianas o mejor dicho su tragedia de Garrick que es la de todos nosotros. Les ha quedado grande la pobreza de la gente en sus estados o el país. No preguntes por quién doblan las campanas.
rojedamestre@yahoo.com
Entradas
