jueves, 3 de marzo de 2011

Alianza política de extremos (con nota sobre el agua y el aceite)


"El mayor castigo para quienes no se interesan por la política
 es que serán gobernados por personas que sí se interesan en ella."
  Arnold Joseph Toynbee

Francisco Velasco Zapata

Dicen los críticos de las alianzas entre partidos “antagónicos” que no critican las alianzas. ¿Entonces qué critican? ¿Por qué las alianzas que denominan de partidos antagónicos son censurables? Lo más seguro es que quienes asumen esa postura son parte interesada, miedosa, y muy probablemente desconocedora, de la historia de las alianzas entre partidos en el mundo, sobre todo las del mundo civilizado y democrático.

Dicen que no es posible que partidos antagónicos se unan porque sus plataformas políticas son totalmente contrarias, lo cual, es patéticamente falso porque no difieren en más de un 6% de sus posturas y sólo lo llegan a serlo en puntos muy particulares, como cuando se discute una ley y se reserva para su discusión en lo particular, pero se aprueba en lo general en la mayor parte de los parlamentos del mundo.

Ponen “chiqui-ejemplos” de porque no debería darse ese tipo de alianzas considerando el tema del aborto, lo de Pemex y otros; quisieran hacer de los lunares montañas y de la montaña un lunar. Quisieran dejar de lado que la ley electoral prevé que una vez aprobada por todas las instancias respectivas una coalición electoral sustituye a cada uno de los partidos que la integran para todos los efectos prácticos, jurídicos y se crea un nuevo partido con carácter temporal. Desconocen que en la dialéctica política la unión de los contrarios forma la síntesis de los mismos. Además, insisten, “no criticamos las alianzas”, porque resulta que hace muchos años atrás el régimen local hace alianzas tanto públicas como privadas o secretas, algunas de ellas inconfesables.

Para entrar al análisis serio del tema les diremos en principio que en los diferentes sistemas de partidos del mundo el número de partidos desempeña un papel determinante en la formación o no de alianzas. En un régimen bipartidista, por ejemplo, las alianzas son totalmente excepcionales, pero cuando se han llegado a dar toman la forma de Unión Nacional, generalmente, en circunstancias interiores y exteriores graves para el país que las acuerda. Inglaterra tuvo alianzas de este tipo en 1914 y 1939, años clave de la primera y segunda guerra mundial para ese país. En cambio, en los países con sistemas multipartidistas las alianzas son muy frecuentes, con formas y grados muy variables.

Lo anterior parece ignorarlo la clase política gobernante de Toluca que ignora o parece ignorar que la práctica de las Alianzas en el mundo ha permitido que se vuelvan célebres. Porque han constituido acuerdos nacionales, oficiales, públicos y alrededor de los cuales los partidos han hecho enormes esfuerzos a favor de la ciudadanía frente a circunstancias históricas muy adversas. No obstante, fuera de ellas, numerosos acuerdos tácitos, generalmente locales, han concluido bajo la presión de las necesidades electorales y viceversa; la condición histórica ha empujado para que las coaliciones electorales resuelvan por medio del voto situaciones extremas que de otra forma no cambiarían de forma pacífica.

En las elecciones alemanas de 1907, los católicos apoyaron a los socialistas en Bade, en Baviera y Austria aportándoles sus votos o absteniéndose. En Francia los dos bloques rivales se reformaron en casi todas partes de la mayoría de las elecciones de la Tercerea República. Además, con excepción de Francia y Alemania, las alianzas se utilizan y forman parte de la legislación electoral de casi todos los países con el sistema de segunda vuelta. En Suecia, liberales y socialistas se unieron con mucha frecuencia contra los conservadores. En Noruega, por el contrario, la derecha y la izquierda se aliaron generalmente contra los socialistas después de 1906. Se trata de países muy avanzados en lo tecnológico y muy civilizados en lo político, algo que en Toluca se desconoce porque el grupo gobernante lleva ejerciendo el poder más de ochenta años ininterrumpidos, sin alternancia, ya no digamos de partido, sino de grupos al interior del PRI: ese sí es “el poder por poder mismo”.

En México y -particularmente en el Estado de México- las alianzas electorales son un instrumento previsto por la legislación electoral vigente. Los legisladores que las aprobaron, que les dieron vida legal, consciente o inconscientemente, sabían que se trataba de un método democrático usado por la mayor parte de los países civilizados y más desarrollados; países con experiencias y tradiciones democráticas de más de siglo y medio, en comparación con la casi nula experiencia democrática mexicana que data de apenas el año 2000 -elección de Presidente de la República- donde el PRI fue derrotado tras haber ejercido ininterrumpidamente el poder por más de setenta años de forma oligárquica, autoritaria, patrimonialista y clientelar, nunca democrática.

Los legisladores que aprobaron este método de competencia vigente y de espíritu democrático sabían, o por lo menos debían, que de esta manera se podían generar escenarios de competencia electoral más equitativos, sobre todo porque en los regímenes autoritarios de partido hegemónico o de partido único era impensable. Sabían que ello, cuando se fue aprobando, no sería usado de forma inmediata, pero que en el futuro podrían darse las condiciones históricas de una competencia entre iguales ante la ley, aún en estados como el Estado de México, donde el PRI no quiere dejar de gobernar a pesar de más de ochenta años en el poder y de buscar perpetuarse por seis más si ganara la elección de gobernador el próximo tres de julio. Por eso es que suenan bastante frívolas las expresiones del régimen que apuntan que la coalición PRD-PAN en la entidad sería la unión de agua con el aceite*, que se parecen a las alianzas del crimen organizado, que nos les tienen miedo. Pero en la realidad es de tal magnitud el paroxismo del régimen contra las alianzas que han buscado acuerdos secretos entre dirigentes de partidos para que no se hicieran alianzas; usando su mayoría en la legislatura local del estado modificaron la ley para desaparecer las candidaturas comunes con las cuales recuperaron la casi totalidad de los municipios que habían perdido doce años atrás y que en voz de sus más altos representantes, imagínense ustedes a quien me refiero, han llegado a calificar a la alianzas de opuestos como de “una forma fraudulenta de participación”; con su mayoría en la legislatura estatal redujeron los tiempos de campaña y los montos de prerrogativas económicas, además de otras cuestiones que les parecieron estratégicas para vapulear a sus adversarios. Por eso es que las expresiones usadas por el régimen para, al menos, debilitar la viabilidad de la alianza opositora en la entidad se han vuelto cartuchos quemados. Ya nadie les cree.

Pareciera que el conocimiento y creatividad del régimen local envejeció y con él la capacidad intelectual de sus representantes más connotados. Se olvidan que las alianzas electorales pueden ser tan variadas como la forma de escrutinio y según el grado de unión: presentación de candidatos comunes (cancelada por decreto por medio de la reforma electoral de 2010 en el estado de México); desistimientos, aunque no haya segunda vuelta, acuerdos para la distribución de los restos o, incluso, emparentamientos en algunos sistemas proporcionales. Además de que -a pesar de estar reguladas por la ley de forma autoritaria- pueden ser tácitas o formales, locales o nacionales. Pero lo que más ha preocupado en el Valle de Toluca es la viabilidad que está tomando la unión de los extremos entre el partido que está, aparentemente, más a la derecha, con el partido que está más a la izquierda, porque según la visión local cada uno de ellos representa al enemigo público número uno del otro y aparece como contraria a su naturaleza propia.

No obstante, la lógica de la unión en coalición electoral deriva de que los partidos extremos siempre tienen algo en común: su oposición real a los moderados o eclécticos y, como en el estado de México, su oposición al régimen. Un ejemplo claro de ello es la Concertación Chilena, un modelo de coalición opositora (conformada por extremos opuestos) que se puso en práctica en Chile para evitar que el dictador Augusto Pinochet siguiera en el poder en 1989.

Al final, lo que tenemos en el Estado de México es un régimen político que se opone en lo local a la alternancia, pero en lo federal (2012) nos tendrá que explicar si le parece bien que no haya alternancia. ¿Y usted, cómo la ve? Politólogo. Miembro del Consejo Nacional de Operación de Parlamento Ciudadano de México.

Agradezco sus comentarios en Twitter: @parlamentariofv

*Agua y Aceite: Con este argumento gastado y falso, los opositores a las alianzas se olvidan que ellos todos los días utiliza una mezcla de grasa y de agua, a menos que sean tan desaseados como sus argumentos. La mezcla de agua y aceite más popular se llama jabón. Sus formas de presentación más comunes son en barra o líquida, esta última especialmente útil para lavar los trastes. Suele mezclarse con ingredientes varios segun el propósito: con jitomate para el cabello, con azufre para el acné, pepino para el cútis y limón para las bacterias (este último no se recomienda para los heridos porque arden mucho)

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