Pederastía Política

Pederastia Política

Tomado de la publicación digital labamba, editada en abril del 2010

Por Ramón Ojeda Mestre

Las más encontradas reacciones son válidas ante el repugnante fenómeno de la pederastia. Asombro, vergüenza, indignación, tristeza, ira, deseos de venganza, rechazo, negación, depresión, ansiedad y todas las que usted digna lectora o despabilado lector pueda imaginar, conocer o identificar.

Para muchos, es más grave el violento y protervo abuso sexual de los pobres niños, cuando se trata de un sacerdote católico, de un profesor, de una monja, o de los propios padres de familia, los sicólogos infantiles así lo definen; pero el flagelo va más allá, puede darse por un nauseabundo inmigrante libanés como Succar Kuri, o por algún pastor irlandés, o por un albañil borracho en cualquier parte de la república y en cualquier día o circunstancia.

Puesta en escena teatral de la obra de Nabokov "Lolita".

La evidencia nos indica que desde hace años los gobiernos federales, estatales o municipales, los poderes legislativo y judiciales, han sido incapaces de prevenir, de evitar y de sancionar al máximo posible la sucia perversión lesiva y lasciva en contra de las y los niños y niñas de escasa edad.

En ninguna parte vimos que se realizaran intensivas campañas de alertamiento, de educación o preventivas en las escuelas religiosas o públicas, en los centros deportivos, en los seminarios, en los parques o en los cines para que tanto las madres como los papás y los propios niños se precavieran ante los posibles ataques de esos delincuentes torcidos del cerebro, del corazón, de la libido, hicieran o intentaran sus fechorías.

Creo que hace unos años en televisión se hizo un buen intento comunicacional al respecto con aquello de “mucho ojo y cuéntaselo a la persona que más confianza le tengas”, pero luego se abandonó, los gobiernos no hicieron nada y aquí están las consecuencias, cada día irán aflorando más y más casos de víctimas de estos asquerosos violentadores de niños cuyo trauma sicológico jamás podrá curarse totalmente.

Las procuradurías han sido tibias, las policías coludidas, como siempre, y nosotros, los padres de familia en la babia o aturdidos por el estrés urbano, por el alcohol, la tele o la indolencia. Ahora, como dijo Bob Dylan en la respuesta está en el viento, ya no podemos voltear la cabeza fingiendo que no nos damos cuenta de nada. Antes, incluso, nos apenaba mencionar estas cuestiones creyendo que lastimaríamos la sensibilidad de la grey católica, de la comunidad protestante o de los gremios magisteriales. Sabíamos quizá, pero callábamos. Fueron bien conocidos los casos en muchas iglesias, en muchas escuelas particulares y públicas, en muchas familias, pero estúpidamente creíamos que eran algunos pocos casos aislados de enfermos mentales. Hoy tenemos que reconocer que es una pústula social criminológica que descuidamos.

¿Y? ¿Estamos viendo realmente que los gobiernos, las cúpulas religiosas, las vaquetonas sociedades de padres de familia, o las desprestigiadas agrupaciones magisteriales estén reaccionando mínimamente, de manera adecuada?, no hablo de marcianos. Hablo de usted y de mí, hablo de quienes leemos periódicos y tenemos uso de razón, de quienes somos padres de familia, abuelos o hermanos o de quienes somos maestros en las escuelas o comunicadores, o dirigentes o simplemente mujeres y hombres bien nacidos. ¿Qué estamos haciendo para cuidar a nuestros niños que son violados de la manera más ruin en planteles o guarderías?; no tenemos excusa.

No podemos dejarle a las que dizque voluntarias del DIF o grupitos ocasionales de buena fe, este delicado asunto, esta grave responsabilidad colectiva. Compete al estado mexicano entendido como la trama activa de sociedad y gobierno en este territorio nuestro, orear el fenómeno, sistematizar la información y actuar a fondo. Sé que es mucho pedir a estos gobiernos ineficientes a estos congresos pastosos y decepcionantes, pero no podemos quedarnos callados.

rojedamestre@yahoo.com