martes, 15 de febrero de 2011

La elección mexiquense del 2011

Dr: Ramón Ojeda Mestre

Le envio un saludo afectuoso. En algunas notas periodísticas he visto que se le ha mencionado junto con Juan Ramón de la Fuente como prospecto de candidato ciudadano a la gubernatura del Estado de México. Creo que la entidad mexiquense tendría una ganancia con un hombre preparado que no surgiera de los partidos políticos, tan devaluados.
Me sumo a esas voces.
Y por otro lado le envio uno de mis más recientes articulos, esperando sus comentarios, si lo amerita.
Un saludo.
¿Una cuestión de ego?
  • La frase sin 2011 no hay 2012 acuñada por el dirigente estatal del PRI, Ricardo Aguilar Castillo, para señalar la importancia que la próxima elección mexiquense tiene respecto de la elección presidencial, aplica no sólo para su partido, sino para todos los demás actores inmersos en la disputa por el poder presidencial. Aun así, hay quienes hoy se les ve colocando sus aspiraciones personales como una prioridad mayor.
Por Juan Manuel Mejía Martínez

Con un padrón de 10 millones 637 mil 514 votantes al 4 de febrero del 2011, el más grande del país, el Estado de México –sino determinante- influirá el resultado de la elección federal. No en vano el PRI hace lo posible para lograr retener su plaza más importante: el malogrado convenio entre PRI y PAN para no formar alianzas en esta entidad, las reformas electorales del Estado de México que eliminan la figura de las candidaturas comunes (mejor conocida como la Ley Peña), maniobras para obstaculizar la alianza a través de colaboracionistas incrustados en la oposición, son algunos ejemplos.

Todo lo anterior se ha dado en función de cálculos electorales que llevan a quienes integran ese partido a concluir que su mejor opción está en enfrentar a la izquierda y la derecha, en lo individual. Lo saben los priístas, pero también los estrategas electorales de fuerzas opositoras cuyos principales actores no atinan a conciliar intereses personales o de grupos entorno a un ideal que les es común: terminar con una hegemonía de más 80 años del PRI en el Estado de México. Las posibilidades de esa alianza están cada vez más desdibujadas, con lo que ambos partidos perderían una oportunidad histórica.

Aunque los dirigentes políticos del PAN y PRD han visto demostrada la efectividad de sumar fuerzas como fue en las elecciones recientes efectuadas en Sinaloa, Puebla, Oaxaca y Guerrero, todo apunta que la alternativa no será aprovechada en territorio mexiquense porque una alianza electoral en el Estado de México también da o quita a algunos actores políticos la posibilidad de concursar por una posición mayor: la presidencia de la República. Este asunto es el que realmente divide y tiene trabada la citada alianza.

Pongámonos en contexto: para la elección de gobernador, sólo hay cuatro escenarios posibles:

1.-  Que el PRI pierda en función de una alianza político-electoral de izquierda y derecha.
2.- Que el PRI gane no obstante a una alianza político electoral del PAN y las izquierdas.
3.-  Que el PRI pierda ante la izquierda o la derecha sin una alianza de por medio.
4.-  Que el PRI gane a la izquierda y a la derecha –no aliados- en una votación a tres tercios.

Como ya se dijo, el cuarto es el mejor escenario para el PRI, mientras que PAN y las izquierdas en alianza –aunque algunos no lo acepten en el discurso-, en el primero.  El escenario tres y cuatro son altamente improbables, sino es que imposibles.

¿Entonces por qué se ha trabado la posibilidad de una alianza? La razón es simple: el ego y los anhelos presidenciales de algunos actores políticos, léase Andrés Manuel López Obrador, que están llevando a la izquierda a renunciar a la posibilidad de asegurar la plaza del Estado de México, en aras de mantener vivas las aspiraciones presidenciales del tabasqueño.

Me explico:

1.-  Que el PRI pierda en función de una alianza político-electoral de izquierda y derecha, no le conviene a un Andrés Manuel López Obrador que, de facto, quedaría sin argumentos para buscar nuevamente la presidencia de la República. No hay que olvidar que su discurso ha estado centrado en la idea de que el PAN  le robo la presidencia y que el PRI y el PAN son una misma cosa.  Consentir una alianza político electoral con el PAN –más con un elemento de su grupo: Alejandro Encinas, aspirante a gobernador- le restaría calidad moral para contender en el 2012.

Desde el 2006, el también nombrado “presidente legitimo”  ha mantenido una estrategia de descalificación al gobierno calderonista –señalado por él mismo como espurio- que se reproduce hoy en los mítines que desarrolla hoy a lo largo y ancho del territorio mexiquense. López obrador está obcecado en una revancha que lo está llevado a menospreciar la importancia que el Estado de México tiene de cara a su aspiración presidencial. 

Como veo las cosas, López Obrador no está interesado tanto en ganar el Estado de México como si de participar nuevamente como candidato presidencial. Este ha sido el objetivo de su grupo desde el 2006. La verdadera importancia que Obrador da al Estado de México quedo demostrada en la pasada elección gubernamental, al imponer como candidata a otra incondicional, Yeidkol Polevsky, protagonista de una insípida y malograda candidatura en la que incluso registró un subejercicio de los recursos de campaña.

Incluso hoy, en su campaña por el Estado de México, Obrador se vale de perredistas mexiquenses a quienes anteriormente mantenía a distancia y criticaba por su proximidad con los gobiernos priístas.

Pero cancelar la posibilidad de una alianza anticipa una derrota de la derecha y de las izquierdas y una etapa post electoral de recriminaciones y confrontación entre los lopezobradoristas y otras fuerzas de izquierda, como son los chuchos y el grupo que encabeza el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, otro serio aspirante presidencial. Las izquierda seguramente llegarían desunida a la elección presidencial del 2012.

2.- Que el PRI gane en la entidad, no obstante a una alianza político electoral del PAN y las izquierdas, es un escenario altamente improbable, pero en el que también habría damnificados del lado de los perdedores.
Llegar a ese punto implicaría que López Obrador se deslindará del citado maridaje antes de la elección e, incluso, retirase su carta, Alejandro Encinas, de la contienda electoral, a fin de mantener congruencia discursiva y dejar abierta la posibilidad de postularse nuevamente como candidato presidencia.

Una derrota del PAN y las izquierdas, bajo las condiciones descritas, dejaría mal posicionado a Marcelo Ebrad, quien se ha asumido firme promotor de las alianzas, y también causaría un deslinde de responsabilidades y división en el perredismo de cara a la próxima elección presidencial.

3.- Que el PRI pierda ante la izquierda o la derecha sin una alianza de por medio, es prácticamente imposible y esto lo sabe bien Andrés Manuel López Obrador. Pero como ya se dijo, el Peje solo está cuidando su valor más preciado, sus argumentos, para usarlos eventualmente como candidato presidencial.

4.- Que el PRI gane a la izquierda y a la derecha trabajando éstos últimos cada una por su lado es a lo que le está apostando este instituto político y, de ocurrir, esto dejaría mal posicionado a Andrés Manuel López Obrador –a quien se responsabilizaría de la derrota-, lo que subirá los bonos de un Marcelo Ebrard pro aliancista.

Como puede observarse, ya dado que el PAN no tiene candidato fuerte ni para el Estado de México ni para la presidencia de la República, el balón está en la cancha de los perredistas, donde alguno(os) podrían pecar de individualistas.

De no haber alianza, como todo apunta, el triunfo para el PRI está prácticamente configurado, salvo que este instituto político se equivoque en la elección de su candidato o que resulte dividido tras su proceso interno, como ya ha ocurrido. No hay que olvidar que las imposiciones o malas elecciones son las que precisamente propiciaron los descalabros tricolores más recientes.

Pero si el PRI escoge un buen candidato y refrenda la gubernatura, llegaríamos al 2012, a la elección presidencial con un candidato priista fuerte, una izquierda dividida y una derecha desgastada a lo largo de dos sexenios en el gobierno. Mejor escenario no podrían tener el tricolor: aprovechar los errores de los de enfrente.


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